Lo que hoy conocemos como estudio culturales fue una disciplina multidisciplinaria que surgió de la necesidad de incluir en el ámbito académico una especie de proyecto político para la transformación social. Con el bagaje de escuelas anteriores, fue en Birmingham, Inglaterra, en donde por primera vez se acuño el término de “estudios culturales”. Se buscaba localizar las fuerzas de dominación y de resistencia, para así facilitar el diálogo dentro de conflictos políticos. Convergieron múltiples disciplinas para poder interactuar en el análisis del fenómeno cultural, cuyo objetivo era promover los estudios culturales locales, pero sin relegar lo regional, lo nacional o lo global. La historiografía y la antropología fueron las dos disciplinas cuyos aportes predominaron para el entendimiento de los contextos, pero con el tiempo muchas otras áreas fueron exploradas con el mismo fin.
La traducción tradicionalmente ha sido un arma poderosa para los mecanismos de dominación. El dominio que se ejercita en la traducción no sólo abarca la interpretación del texto original para lograr su traslación al texto traducido, o el tratamiento que pueda dársele al aspecto ideológico, político o las normas literarias del texto. Existe, a su vez, un sistema de selección previo que también obedece a mecanismos de dominación, pues entre culturas, siempre existen géneros de texto, autores y tipos de discurso que las editoriales seleccionan para la traducción y otros que son marginados. Por medio de la traducción, se ha podido legitimar preconcepciones muy enraizadas que una cultura tiene de otra. El estudio de la traducción dentro del marco de los estudios culturales, se maneja dentro de un terreno interdisciplinario. La primera aproximación a este tipo de estudio de la traducción tuvo lugar como una ramificación de la teoría crítica literaria de la literatura inglesa. Surgió como reflexión teórica sobre la producción de textos posteriores al colonialismo y se nutrió de la corriente crítica decosntructiva (Carbonell i Cortés, 1999:235). La búsqueda principal del concepto de traducción cultural tenía que ver, en un principio, con la necesidad de cambiar los paradigmas impuestos en modelos culturales hegemónicos, por lo que la perspectiva antropológica e historiográfica constituyó la base inicial para este enfoque traductológico. Más recientemente, a la dominación colonial se han agregado nuevas consideraciones culturales, y la deconstrucciones de las relaciones de poder, cuya influencia está presente en el texto traducido, se ha expandido a temáticas que representan el concepto de “culturas subalternas” en general. Aquí se incluyen las subculturas, temas vinculados al género, a la problemática racial, a los contrastes entre condiciones económicas y diferencias ideológicas, en la búsqueda de un análisis “contrahegemónico” de las realidades culturales y sus interacciones interculturales.
La traducción cultural cubre tres grandes áreas: 1. el análisis histórico de la traducción como medio de dominación. 2. El análisis de la recepción de obras entre contextos en donde hay diferencias de poder y 3. el desarrollo de prácticas de traducción que desestabilicen el control ejercido por las ideologías hegemónicas, en la búsqueda de una traducción, de algún modo, subversiva como herramienta emancipadora del control impuesto (ibid.:236). Lo más interesante o atrevido de las propuestas de la traducción cultural es el cuestionamiento que ésta hace de los conceptos de “texto original” y “traducción”. Según Vidal (1995:89)[1], no se trata de convertir al traductor en autor de la obra, sino simplemente de subrayar la relevancia de la interpretación del traductor y otorgar independencia al texto traducido, es decir, olvidar el concepto de jerarquía entre los dos textos.
Por esta razón, el bagaje cognoscitivo del traductor es un elemento indispensable. En una conferencia sobre “el negocio de la traducción”, el profesor L. Castellano (1988:133) dice lo siguiente: que la profesión de un traductor está basada en conocimiento y experiencia. Ironiza al decir que no existe un buen traductor menor de treinta años, y que sólo después de los cincuenta se alcanza la cúspide de la competencia necesaria para ser un excelente traductor. Habla de una primera etapa en la que se invierte en uno mismo, al adquirir conocimiento y experiencia de vida. Propone el siguiente plan de vida: abuelos de diferentes nacionalidades, una buena educación que comprenda la adquisición de un buen manejo de la lengua materna, seguida de viajes por el mundo, socialización y experiencias de vida. Luego un retorno a la educación formal. Seguidamente, propone integrarse al mercado laboral, emplearse propiamente dicho, pero no en un puesto que esté directamente vinculado al lenguaje. Todo esto en países en donde se hable las lenguas que conocemos, propone casarse con alguien de una nacionalidad distinta a la nuestra, tener hijos, regresar a estudios de postgrado, emplearse como traductor de planta de algún empresa, luego independizarse y trabajar por nuestra cuenta. Es en este momento, considera que nuestro trabajo real como traductores comienza.
Un buen traductor está obligado a reconocer el regisro, el objetivo pragmático, la intertextualidad y la tipología de un texto. Para lograr esto es necesario un bagaje cognoscitivo lo suficientemente amplio como para poder localizar el contexto general sociohistórico del texto, una suerte de conocimiento enciclopédico es necesario. La experiencia de vida, la lectura de textos de tipos variados, y el entrenamiento académico son vías que ayudan a agilizar el proceso de adquisición de este tipo de conocimiento, pero no cubre por completo el tipo de información necesaria para poder identificar las particularidades culturales del texto a traducir. Existen, sin duda, técnicas, procedimientos, y estrategias que pueden ayudar al traductor, tanto en el proceso como con el resultado de su trabajo. Sin embargo, no existe educación formal que pueda suplir lo que la experiencia en el proceso de traducción, en la internalización personal y práctica en sí de este proceso pueden darle a un traductor. En este punto se centra el problema de la pedagogía de la traducción, en la actualidad. Hurtado Albir (1990:73) señala, por ejemplo, que uno de los problemas principales de la enseñaza de la traducción es que está basada en productos y no en procesos . La diferenciación entre la significación del diccionario y la significación contextual es vital, por ejemplo, y esto es algo que sólo podemos comprender a fondo como derivación del proceso en sí de traducir (Deslile, 1980: ¿?).
Las posibilidades de alteración en la reinterpretación y manipulación de un texto por parte de un traductor sin infinitas. Existen tantas interpretaciones de un texto literario, por dar un ejemplo, como lectores éste tenga. Por esta razón, es esencial que, más allá del buen manejo de un amplio bagaje cognoscitivo, el traductor debe comprender el alto nivel de responsabilidad que tiene en sus manos. Nuestra historia personal determina, en buena medida, las inferencias que haremos, esto es simplemente inevitable. Sin embargo, no podemos detenernos ante esta limitación. El traductor tiene la obligación de poner a actuar su sensibilidad, su imaginación, su capacidad interpretativa, su conocimiento cultural y debe concentrarse en identificar la intención del autor, de tal forma que sea esta intención la que se ponga de relieve.
En lo que a la traducción cultural se refiera, el problema es principalmente de índole ético. Entonces el empleo del bagaje cognoscitivo debe estar dirigido hacia la construcción de un texto en la lengua de llegada, que le permita al lector observar la riqueza de las diferencias culturales, al tiempo que pueda sentir o identificar los matices de una visión de mundo distinta y así familiarizarse con ella.
Bibliografía:
Castellano, L. (1988). Get rich – but show. En C. Picken (ed.), ITI Conference 2: Translators and Interpreters Mean Business. London:ASLIB.
Carbonelli I Cortés, O. (1999) Traducción y cultura de la ideología al texto. Salamanca: Ediciones Colegio de España.
Delisle, J. (1980) Lánalise du discours comme méthode de traduction. Ottawa : University of Ottawa Press.
Fernández Parrilla, G. y Feria García , M. (2000) Orientalismo, exotismo y traducción. La Mancha: Ediciones de la universidad de Castilla.
Hurtado Albir, A. (1990) La notion de fidelité en traducción. Paris: Didier Érudition. Paris.
[1] citado por Carbonelli y Cortés (1999:236),
La traducción tradicionalmente ha sido un arma poderosa para los mecanismos de dominación. El dominio que se ejercita en la traducción no sólo abarca la interpretación del texto original para lograr su traslación al texto traducido, o el tratamiento que pueda dársele al aspecto ideológico, político o las normas literarias del texto. Existe, a su vez, un sistema de selección previo que también obedece a mecanismos de dominación, pues entre culturas, siempre existen géneros de texto, autores y tipos de discurso que las editoriales seleccionan para la traducción y otros que son marginados. Por medio de la traducción, se ha podido legitimar preconcepciones muy enraizadas que una cultura tiene de otra. El estudio de la traducción dentro del marco de los estudios culturales, se maneja dentro de un terreno interdisciplinario. La primera aproximación a este tipo de estudio de la traducción tuvo lugar como una ramificación de la teoría crítica literaria de la literatura inglesa. Surgió como reflexión teórica sobre la producción de textos posteriores al colonialismo y se nutrió de la corriente crítica decosntructiva (Carbonell i Cortés, 1999:235). La búsqueda principal del concepto de traducción cultural tenía que ver, en un principio, con la necesidad de cambiar los paradigmas impuestos en modelos culturales hegemónicos, por lo que la perspectiva antropológica e historiográfica constituyó la base inicial para este enfoque traductológico. Más recientemente, a la dominación colonial se han agregado nuevas consideraciones culturales, y la deconstrucciones de las relaciones de poder, cuya influencia está presente en el texto traducido, se ha expandido a temáticas que representan el concepto de “culturas subalternas” en general. Aquí se incluyen las subculturas, temas vinculados al género, a la problemática racial, a los contrastes entre condiciones económicas y diferencias ideológicas, en la búsqueda de un análisis “contrahegemónico” de las realidades culturales y sus interacciones interculturales.
La traducción cultural cubre tres grandes áreas: 1. el análisis histórico de la traducción como medio de dominación. 2. El análisis de la recepción de obras entre contextos en donde hay diferencias de poder y 3. el desarrollo de prácticas de traducción que desestabilicen el control ejercido por las ideologías hegemónicas, en la búsqueda de una traducción, de algún modo, subversiva como herramienta emancipadora del control impuesto (ibid.:236). Lo más interesante o atrevido de las propuestas de la traducción cultural es el cuestionamiento que ésta hace de los conceptos de “texto original” y “traducción”. Según Vidal (1995:89)[1], no se trata de convertir al traductor en autor de la obra, sino simplemente de subrayar la relevancia de la interpretación del traductor y otorgar independencia al texto traducido, es decir, olvidar el concepto de jerarquía entre los dos textos.
Por esta razón, el bagaje cognoscitivo del traductor es un elemento indispensable. En una conferencia sobre “el negocio de la traducción”, el profesor L. Castellano (1988:133) dice lo siguiente: que la profesión de un traductor está basada en conocimiento y experiencia. Ironiza al decir que no existe un buen traductor menor de treinta años, y que sólo después de los cincuenta se alcanza la cúspide de la competencia necesaria para ser un excelente traductor. Habla de una primera etapa en la que se invierte en uno mismo, al adquirir conocimiento y experiencia de vida. Propone el siguiente plan de vida: abuelos de diferentes nacionalidades, una buena educación que comprenda la adquisición de un buen manejo de la lengua materna, seguida de viajes por el mundo, socialización y experiencias de vida. Luego un retorno a la educación formal. Seguidamente, propone integrarse al mercado laboral, emplearse propiamente dicho, pero no en un puesto que esté directamente vinculado al lenguaje. Todo esto en países en donde se hable las lenguas que conocemos, propone casarse con alguien de una nacionalidad distinta a la nuestra, tener hijos, regresar a estudios de postgrado, emplearse como traductor de planta de algún empresa, luego independizarse y trabajar por nuestra cuenta. Es en este momento, considera que nuestro trabajo real como traductores comienza.
Un buen traductor está obligado a reconocer el regisro, el objetivo pragmático, la intertextualidad y la tipología de un texto. Para lograr esto es necesario un bagaje cognoscitivo lo suficientemente amplio como para poder localizar el contexto general sociohistórico del texto, una suerte de conocimiento enciclopédico es necesario. La experiencia de vida, la lectura de textos de tipos variados, y el entrenamiento académico son vías que ayudan a agilizar el proceso de adquisición de este tipo de conocimiento, pero no cubre por completo el tipo de información necesaria para poder identificar las particularidades culturales del texto a traducir. Existen, sin duda, técnicas, procedimientos, y estrategias que pueden ayudar al traductor, tanto en el proceso como con el resultado de su trabajo. Sin embargo, no existe educación formal que pueda suplir lo que la experiencia en el proceso de traducción, en la internalización personal y práctica en sí de este proceso pueden darle a un traductor. En este punto se centra el problema de la pedagogía de la traducción, en la actualidad. Hurtado Albir (1990:73) señala, por ejemplo, que uno de los problemas principales de la enseñaza de la traducción es que está basada en productos y no en procesos . La diferenciación entre la significación del diccionario y la significación contextual es vital, por ejemplo, y esto es algo que sólo podemos comprender a fondo como derivación del proceso en sí de traducir (Deslile, 1980: ¿?).
Las posibilidades de alteración en la reinterpretación y manipulación de un texto por parte de un traductor sin infinitas. Existen tantas interpretaciones de un texto literario, por dar un ejemplo, como lectores éste tenga. Por esta razón, es esencial que, más allá del buen manejo de un amplio bagaje cognoscitivo, el traductor debe comprender el alto nivel de responsabilidad que tiene en sus manos. Nuestra historia personal determina, en buena medida, las inferencias que haremos, esto es simplemente inevitable. Sin embargo, no podemos detenernos ante esta limitación. El traductor tiene la obligación de poner a actuar su sensibilidad, su imaginación, su capacidad interpretativa, su conocimiento cultural y debe concentrarse en identificar la intención del autor, de tal forma que sea esta intención la que se ponga de relieve.
En lo que a la traducción cultural se refiera, el problema es principalmente de índole ético. Entonces el empleo del bagaje cognoscitivo debe estar dirigido hacia la construcción de un texto en la lengua de llegada, que le permita al lector observar la riqueza de las diferencias culturales, al tiempo que pueda sentir o identificar los matices de una visión de mundo distinta y así familiarizarse con ella.
Bibliografía:
Castellano, L. (1988). Get rich – but show. En C. Picken (ed.), ITI Conference 2: Translators and Interpreters Mean Business. London:ASLIB.
Carbonelli I Cortés, O. (1999) Traducción y cultura de la ideología al texto. Salamanca: Ediciones Colegio de España.
Delisle, J. (1980) Lánalise du discours comme méthode de traduction. Ottawa : University of Ottawa Press.
Fernández Parrilla, G. y Feria García , M. (2000) Orientalismo, exotismo y traducción. La Mancha: Ediciones de la universidad de Castilla.
Hurtado Albir, A. (1990) La notion de fidelité en traducción. Paris: Didier Érudition. Paris.
[1] citado por Carbonelli y Cortés (1999:236),